Los objetos conectados a la red ya son una realidad. Hace unas semanas hablamos de cómo la tecnología conectada a Internet puede mejorar la atención al cliente o incluso revolucionar un sector, siempre con un mantra: sus aplicaciones en el día a día aún están en pleno proceso de desarrollo y las posibilidades de personalización son infinitas.
Hoy queremos hablaros de la sensórica, pequeños dispositivos que pronto pasarán a formar parte natural de nuestras vidas.
La base de la sensórica, como su propio nombre indica, son los sensores. Cualquier dispositivo que permita obtener información del mundo físico y transformarla en datos almacenables y procesables digitalmente recibe el nombre de sensor.
Algunos están totalmente establecidos en nuestra vida, como las cámaras de seguridad o los medidores de ruido de bares, salas de conciertos y discotecas. Otros están en pleno desarrollo: las ciudades están utilizándolos para medir el tráfico en sus calles principales y poder ofrecer alternativas teniendo en cuenta la información real disponible. Esto es útil tanto para aliviar la congestión de coches en un núcleo urbano como para gestionar la población ante una situación de emergencia.
Y hablando de transporte: los coches inteligentes, uno de los desarrollos más interesantes de los últimos años, ya se están convirtiendo en realidad. Estos vehículos se valen de sensores que detectan la carretera y las circunstancias que le afectan, y a través de la gestión de esta información pueden tomar decisiones sin la implicación de un ser humano.
Las viviendas inteligentes son el ejemplo más directo del que ya nos podemos beneficiar: la calefacción y el aire acondicionado se gestionan sin más intervención que la propia de la configuración del dispositivo. Las luces se encienden cuando entramos en una habitación y se apagan al salir. Algunas neveras ya son capaces de detectar qué producto está a punto de agotarse y realizar por sí mismas un pedido online. Hay sensores de humedad capaces de detectar fugas y microfugas y cortar el suministro de agua. Ya empieza a ser posible regar las plantas o dar de comer a nuestras mascotas aunque no estemos físicamente en nuestro domicilio.
El elemento clave para gestionar la sensórica es, a día de hoy, el teléfono móvil. La amplia disponibilidad de los smartphones los convierte en una llave maestra desde la que podremos gestionar la configuración de los dispositivos existentes y los que se crearán en un futuro.
La sensórica también presenta muchas ventajas para la gestión de nuestra salud. Los smartwatches ya son capaces de medir nuestras pulsaciones, y en el futuro podrán acceder a muchos más datos que nos permitirán administrar nuestro bienestar y mantener informados al personal sanitario que nos atienda. Para los deportistas estos desarrollos serán especialmente remarcables: podrán consultar a tiempo real a su velocidad, la fuerza de sus golpes y lanzamientos, sus marcas y otro tipo de factores específicos de cada disciplina.
Las herramientas que ya existen nos permiten imaginar nuevas formas de utilizar los sensores, y nuevas aplicaciones para mejorar nuestro acceso a la información y optimizar nuestras vidas. ¿Tienes algo en mente? ¡Podemos ayudarte a hacerlo realidad!